El ruido y el polvo

El ruido y el polvo circundante al lugar donde vivo me motivan a escribir esta crónica. Pero al ponerle título me vivieron a la mente las novelas ¨Como polvo en el viento¨ de Leonardo Padura y  ¨El oro y el polvo¨ de Julio Travieso y me pregunté ¿a qué se debe la fijación de algunos escritores con el polvo? Quizá tenga que ver con la frase bíblica: ¨Polvo eres y al polvo volverás¨. 

Hace varios meses, después de largos años de planes incumplidos, gestiones, interrupciones, reuniones, denuncias y pataletas de los vecinos, una cooperativa contratada por el gobierno local concluyó la reparación exterior de un edificio de tres pisos que estaba en bastante mal estado, ubicado a escasos metros de mi vivienda. Posteriormente, de forma expedita y sin mediar reuniones,  constructores por cuenta propia contratados por sus nuevos propietarios realizaron la remodelación interior de tres apartamentos en otros edificios y actualmente trabajan en la reparación de uno más. 

¿Se ha producido un ¨boom¨ constructivo en medio de la desfavorable situación económica que atraviesa Cuba desde 2019? No, pero sucede que mientras algunas personas de bajos ingresos tienen que recurrir al subsidio estatal para construir una mínima célula básica de 25 m2  y esperar a las calendas griegas a que aparezcan los materiales, hay otros que tienen suficiente dinero para comprar un apartamento de no menos de 80 my pagar por la fuerza de trabajo y costosos materiales para repararlo y remodelarlo a su gusto, en un breve plazo. ¨Poderoso caballero es Don Dinero¨, dijo el famoso escritor español Francisco de Quevedo hace más de tres siglos y a pesar de las sanas intenciones de algunos idealistas por eliminar o amordazar las relaciones mercantiles en nuestro país, la mencionada frase y la Ley del Valor siguen teniendo plena vigencia.     

Producto del recrudecimiento del bloqueo desde el gobierno de Donald Trump y las afectaciones al comercio mundial causadas por la pandemia de COVID-19, se ha producido una gran escasez de ofertas en los centros comerciales cubanos. Muchos precios se han disparado por encima del 300 % previsto por el gobierno ante la devaluación del peso derivada del Ordenamiento Monetario y se mantiene una notable diferencia entre los ingresos de aquellos que solo perciben salarios y pensiones, aunque ahora triplicados, con respecto a los que reciben remesas de divisas desde el extranjero, gratificaciones de alguna firma extranjera o tienen un lucrativo negocio por cuenta propia.  

Aunque Ud. reciba un alto salario o ingresos moderados como cuentapropista, para poder financiar la reparación de su vivienda o local del negocio, tiene que solicitar un crédito al banco y posteriormente devolverlo junto a los intereses, mes a mes, dentro del mayor plazo posible. Pero sobre todo tiene que navegar con suerte o rezar para que se obre el milagro de encontrar en los mercados oficiales todos los materiales necesarios. De lo contrario, tendría que acudir al mercado negro y ser víctima del ordeñamiento monetario. No piensen que es una errata mía, es que abundan las personas sin escrúpulos que están tratando de ordeñarnos los bolsillos vendiendo productos escasos a precios abusivos y especulativos, entre ellos materiales de construcción. Por solo mencionar un caso: la bolsa de cemento P-250 de 42,5 kg, cuyo precio oficial es  112  pesos,  estos piratas la venden, o su equivalente a granel, a 1000 pesos.  A  ese paso, si no lo han hecho ya, los especuladores acumularán dinero suficiente para adquirir y reparar un apartamento, amueblarlo, equiparlo y puede que hasta comprar una motorina o un automóvil de segunda mano.  

Después de esta digresión inspirada en el igualitarismo y los ideales de justicia en los que me educaron durante años, vuelvo al asunto de marras.

Sea quien sea el que pague la reparación, durante el horario diurno que laboran los albañiles, el ruido que se produce al accionar la barreta, la piqueta, la mandarria, la pulidora o el taladro se trasmite por el éter y a veces resulta tan alto que nos impide escuchar la radio o la televisión a los que en razón de nuestros años permanecemos en la casa todo el día. Lo peor viene cuando utilizan el martillo percutor, llamado popularmente ¨Chipijama¨, pues cuando un albañil armado con este artefacto opera sobre una columna o un techo de hormigón, la vibración se trasmite por todo el edificio y uno siente como si le estuvieran taladrando el cráneo. No me explico cómo nuestros operarios no utilizan habitualmente orejeras para protegerse de ese ruido infernal. 

Por suerte, las remodelaciones de edificios y apartamentos en la cuadra donde vivo no se han realizado al mismo tiempo, unas han sucedido a las otras desde el año anterior y al final, cuando todas culminen espero que la paz vuelva al hogar y el polvo se aplaque después de aplicada la pintura, la limpieza final y pasen las lluvias que lo arrastren de los techos y exteriores de los edificios. 

El ruido que no cesa nunca es el originado  por el ladrido de los perros, la música estridente que a veces se escucha, los pregones de los vendedores ambulantes y los gritos llamando desde la calle a alguien que vive en pisos altos, pues los edificios carecen de intercomunicador en los bajos.

En el edificio contiguo al que habito hay un perrito de lo más simpático que cuando los dueños de casa lo dejan solo se las pasa ladrando sin parar hasta que estos regresan. En el piso de abajo vive un rapero que ensaya diariamente durante horas su larga e incomprensible jerigonza en voz alta, sin parar y casi sin tomar aire. Si al menos parara y dijera un estribillo como el rapero colombiano que repite ¨Duque Chao¨, pudiera entender algo de lo que recita o canta y me llegaría su mensaje cultural. Ambos ruidos no coinciden, se producen en serie, cuando el perro ladra desde temprano, el cantante traslada su ensayo para el atardecer hasta que los amos del can  regresan a casa.  Cuando este relevo bullicioso sucede, durante todo el día percibo mi cuota de sonido estridente no  estereofónico.

Como si esto fuera poco, en ese mismo edificio vive un señor que tiene aparcado su auto en el jardín y como apenas lo usa, para cargar la batería lo arranca de vez en cuando  y  sin moverlo del lugar ejecuta un insoportable concierto de tubo de escape durante unos diez minutos. 

Ni qué decir del cuartico de la ciudadela situada del otro lado de mi edificio donde viven ¨los muchos¨, que son seis y tienen 3 perros trillizos y le ladran a todo el que pasa. Conozco que en Suecia cuando algún vecino se queja, los dueños tienen que llevar al perro ladrador al veterinario para que le extirpe las cuerdas vocales, pero no creo que en el recién aprobado Código de Bienestar Animal cubano esto se haya previsto. De seguro que ningún animalista autóctono estaría de acuerdo con semejante tratamiento al inocente perro. No me imagino la cara que pondría algún cubano y los improperios que expresaría si alguna autoridad le dice que tiene la obligación de llevar al perro al veterinario y pagar por la operación. 

Por último, la antigua y pesada bomba que sube el agua a los tanques elevados del edificio donde vivo, ubicada pared con pared junto a la cocina de mi apartamento, en la misma medida en que se desgastan sus rodamientos, hace cada vez más  ruido, lo que nos obliga a cerrar la puerta que da al exterior y  soportar el calor que se genera al cocinar.

A veces me dan envidia los que se han quedado sordos después de viejos, pero es preferible soportar los ruidos circundantes que andar todo el día hecho un sonso de un lugar a otro sin enterarse de nada. Podría taponarme los oídos o usar calurosas orejeras por el día en la casa, pero entonces no escucharía el teléfono cuando llaman o cuando tocan a la puerta. Solo me queda quejarme y resignarme. ¡C´est la vie!

25 de mayo de 2021

Comentarios

  1. Un barrio muy entretenido, jeje. Echarás de menos el ruido de las obras cdo acaben, pero el ladrido de perros es que va incluido en la idiosincrasia del cubano...perro q ladra no muerde jjj

    ResponderEliminar

Publicar un comentario