San Antonio del Humor

San Antonio de los Baños, fue rebautizado como San Antonio del Humor desde 1979 al designarse como sede la Bienal Internacional del Humor. Es cuna de humoristas famosos como Eduardo Abela, Manuel Alfonso, René de la Nuez, Pedro Rodríguez García (Peroga), Rogeliú, Jesús de Armas, Mongo P., José Luis Posada, este último nació en Asturias y llegó de joven al poblado, pero como a todos los españoles, le decían el gallego. Allí radica el Museo del Humor, que atesora miles de trabajos, algunos del siglo XIX. Abela y Nuez fueron las dos figuras más importantes del humorismo político cubano en el siglo XX. Eduardo Abela fue un gran pintor, aunque se le conoció más a partir de 1925 por su personaje El Bobo, que satirizaba a la dictadura de Gerardo Machado y burlaba la censura pasando por bobo, resultando un eficaz medio de lucha contra los desmanes del dictador. Cuando era joven René de la Nuez dibujaba caricaturas en el mármol de una mesa o en servilletas del entonces Bar Cuba, mientras compartía con los parroquianos. Ya era conocido por su personaje ¨El Loquito¨, que se publicaba en el semanario Zig-Zag y satirizaba a la dictadura de Batista, logrando evitar la censura enmascarando el mensaje. En una ocasión aprovechó la llegada al país de la artista española Pilar Mata para denunciar los crímenes del Coronel Pilar García, a la sazón Jefe de la Policía. El dibujo tenía un cintillo que rezaba: ¨Pilar Mata en La Habana¨. Peroga fue un precursor del cine, dirigió y realizó ¨Alfredo se casa¨, la primera película de corte humorístico filmada en el pueblo. Después de la creación de la Escuela Internacional de Cine y Televisión, las locaciones de San Antonio han sido ampliamente utilizadas por los estudiantes en sus prácticas y trabajos de tesis. Como todo pueblo, en la década de 1950 había muchos personajes famosos por sus apodos, entre estos: Mortadella, Tamalito, Picadillo, Bolita, Bocaza, Cara de Buque, Escaparate, Gullylandia, Monina, Membrillo, Tortolita, Mañongo, Guachacho, Mosca Verde. Una de estas personas era ¨Mariana la Loca¨, que mientras recorría las calles algunos bromistas y atrevidos la provocaban diciéndole: Mariana tú no tienes blúmer. Ella respondía con malas palabras y se levantaba la saya para demostrar que si los usaba, pero como no los traía, enseñaba el pubis. Otro era el Chino Tejas, que perdió las dos piernas al ser atropellado por el tren después de caer borracho y quedarse dormido encima de la línea del ferrocarril. Se hizo una colecta y le compraron una silla de ruedas en la que recorría el pueblo auxiliado por El Bicho, otro personaje que frecuentaba un concurrido lugar llamado popularmente ¨La Placita¨, donde había varios comercios, allí por encima del río pasan varios puentes y este hace una curva para salir del poblado. El chino compartía con El Bicho las limosnas que le daban los pobladores. Una vez tuvieron una discusión porque el Chino escondió un billete de 5 pesos que recibió, para no repartirlo, El Bicho se puso tan molesto que empujó la silla de ruedas al borde de la Loma del Hielo en la calle Nodarse (actualmente 35), el Chino bajó la loma en su silla a toda velocidad y milagrosamente no cayó al suelo porque las ruedas fueron rozando con el contén y la velocidad disminuyó. Pancho el Largo era un mulato altísimo, muy educado, que tenía la manía de caminar lanzando hacia arriba una moneda de 10 centavos americanos (un Dime) y conversaba animadamente con todos los que encontraba. Cuinco era un hombre pobre que se dedicaba a pintar casas, un especialista diluyendo cal, jabón de lavar y tinte en agua para preparar la llamada ¨lechada¨. Vivía solo en una casa de huéspedes en los altos de una carpintería que estaba frente al Parque Central. Como era muy lerdo los bromistas le jugaban malas pasadas, aunque hay quién piensa que disfrutaba de las bromas. Una vez le simularon un juicio por receptación de dinero mal habido en el que algunos de los pueblerinos hicieron el papel de juez, fiscal y alguacil, con la asistencia de mucho público. En otra ocasión, cuando pasaban por la televisión una novela brasileña que se hizo muy popular, uno de los pobladores se hizo pasar por el personaje de Doña Bella y se apareció vestido de blanco con flores en la mano, sentado en un convertible, llamando a Cuinco; este se asomó al balcón y bajó a recibir a la supuesta admiradora, en medio del asombro y los aplausos de muchos vecinos que acudieron a tan inaudito acontecimiento. El King Arias era un radioaficionado que trasmitía desde su casa con el identificador CO3BU, nadie sabe si los colegas receptores entendían bien los que hablaba porque era fañoso, pero no tenía ningún complejo por esa limitación fonética, en última instancia le podía achacar la culpa a la estática ambiental. Gustaba de beber y escuchar música grabada en el Café Martí. Una vez depositó 20 monedas en la victrola, pero seleccionó un solo disco que contenía la canción paraguaya ¨El pájaro Chogüí¨, la que se repitió durante varias horas y estuvo a punto de enloquecer a los clientes y empleados del café. A veces se le veía borracho abrazado a la victrola del café, escuchando y repitiendo aquella canción de moda, que decía: El mundo, a la medida de tus sueños, a la medida de tus besos, a la medida de tu amor. ¿Se imaginan? Hay cuentos muy repetidos por los pueblerinos. Uno de ellos trata de un señor que iba por la calle cuando lo sorprendió un aguacero y le dijo a su esposa que lo acompañaba: ¡Apúrate mujer, que detrás viene la gorda! Inmediatamente después recibió un paraguazo y una sarta de improperios de la señora algo gruesa que venía detrás. Otro se refiere a un español que tenía una cotorra que para tratar de impedir que le hiciera daño con los picotazos que daba, le pasó el afilado pico por una piedra de amolar, la cotorra terminó muriendo por el maltrato. Se decían entre los pobladores frases y trabalenguas de origen local. Uno de ellos lo repetía un vizcaíno que era dueño del bar Ariguanabo y decía: ¨No es lo mismo comerse un arroz con pollo en el Ariguanabo que un arroz con nabo en el Ariguapollo¨. Supervielle era aficionado a la pesca y durante varios meses y en sus ratos libres construyó un bote de unos 6 metros de eslora en la sala de su casa. Algunos que pasaban por allí discutían sobre cómo iba a sacarlo de la casa porque la puerta era más estrecha que la embarcación. Cuando concluyó la tarea, tuvo que quitar una buena parte de la pared de madera del frente de la casa, sacar el bote y volver a armar la pared, pero eso no lo amilanó porque cumplió su cometido y salió a pascar frecuentemente. Los domingos, después de ir a la matiné del cine Casino, entrada la tarde, el principal entretenimiento de los jóvenes era pararse un buen rato en algún sitio de la calle Martí (actual 41) para ver las muchachas que en grupos pequeños paseaban dando vueltas hacia arriba y hacia abajo a lo largo de varias cuadras, como precursoras de las actuales pasarelas de modas. Era una forma bastante efectiva y socialmente aceptada de llamar la atención a los del sexo opuesto y de encontrar un novio o una novia. Por supuesto, todas trataban de vestirse y acicalarse lo mejor posible. En La Habana había una tienda llamada La Casa de los Trucos que vendía artículos para hacer bromas, uno de los cuales era una ampolla de cristal que contenía un líquido que apestaba como el agua sulfurosa. En la calle Martí había un lugar muy concurrido llamado ¨El Club¨ donde colaban café constantemente y tocaban un timbre para anunciar a los parroquianos que acababan de colar, todo el que pasaba por allí entraba y se tomaba su café de a tres centavos. Un grupo de zangaletones del pueblo se las agenció para colocar la referida ampolla en el suelo y uno de los clientes la pisó
accidentalmente. A partir de ese momento, todo el que entraba salía disparado al sentir el mal olor. Ese fue un día nulo para el negocio. Si algo caracterizaba a los pueblerinos era su honestidad. Una vez enfermó un niño y hubo que trasladarlo a un hospital de la capital. Al avisar la madre a la hermana del enfermo que debía acompañarlos de inmediato, esta salió corriendo y los padres no se percataron de que dejó en el parque la bicicleta que montaba. Algunas horas después alguien la recogió y la llevó a la estación de policía, donde los dueños la recuperaron al regresar la semana siguiente. A pesar de la pobreza reinante, había respeto por la propiedad ajena. Muchas casas permanecían durante el día con la puerta delantera entreabierta, solo fijada por una aldaba trabada en un cáncamo, los habitantes de la casa no necesitaban llave para entrar. Los visitantes no abusaban de ello y tocaban la puerta para que les abrieran. Los pocos ladrones existentes eran harto
conocidos por las autoridades. Una vez, durante una mudada, desapareció un reloj que estaba encima de una mesita de noche. Cuando la policía investigó quienes habían participado en la mudada, enseguida capturaron al conocido ladrón, que había formado parte de la cuadrilla que realizó la mudada. Durante la dictadura batistiana había un ciudadano adicto a las drogas que se pasaba la mitad del mes preso en el vivac por consumir mariguana, pero se cuidaba poco de que lo descubriesen, porque cuando estaba preso le traían almuerzo y comida de un bar cercano y comía mejor que en su casa. Había mucha represión de la policía y el ejército, los sargentos apellidados
Piña y Carmona eran los guardias rurales más temidos, cuando caminaban por las calles, le gente salía caminando en otra dirección. Se cuenta que uno de ellos, presumiblemente analfabeto, estaba haciéndose el que leía el periódico en las afueras del cuartel y un ciudadano le dijo que tenía el periódico al revés. El guardia le replicó: ¡Un guardia rural lee el periódico como la de la gana! El cuartel de bomberos a mediados del siglo XX estaba al frente del Parque Central en el mismo edificio donde radicaban la Casa de Socorro, la Cruz Roja y la Junta Electoral. La Casa de Socorro era una especie de cuerpo de guardia de primeros auxilios, los casos graves los trasladaban a La Habana en una vieja ambulancia allí estacionada. Los bomberos, excepto el jefe de la estación, eran voluntarios a los que se convocaba cuando se reportaba un incendio activando una sirena que se escuchaba en todo el pueblo. Cuando la tripulación estaba más o menos completa, salían los bomberos en el carro bomba, sonando su sirena. Muchas veces el incendio ocurría en casas de curar tabaco que como estaban ubicadas en fincas radicadas fuera del pueblo, cuando llegaban los bomberos había poco que hacer. En la estación de bomberos había una tablilla donde se reflejaba la estructura de plantilla de cargos ordenada por grados jerárquicos y
escritos con tiza los nombres y apellidos de los integrantes del cuerpo de bomberos municipal, comenzando por el coronel jefe, que era el único que percibía un mínimo salario de entonces, seguido de dos tenientes coroneles, cuatro capitanes, varios tenientes y dos bomberos rasos. La lista tenía más oficiales que bomberos rasos y era una especie de estímulo moral para un voluntario ver su nombre y virtual grado militar allí reflejado y ascender en el escalafón según su desempeño o antigüedad. Todos los años se organizaban verbenas para recaudar fondos y adquirir vestuario y enseres propios de los bomberos. En la Casa de Socorros no había dentistas, pero si el caso era de urgencia daban un ticket que le permitía al paciente ser atendido por el odontólogo designado para esa labor, que generalmente terminaba con la extracción de la muela, el doctor de marras tenía tanta fuerza en las manos que ninguna se le resistía. Cuenta la leyenda que muchos años después ese dentista atendía a
los reclutas de una unidad militar cercana al pueblo. Las extracciones de muelas las hacía en serie, le inyectaba el anestésico a todos al mismo tiempo y después les sacaba las muelas uno detrás de otros. Una vez se equivocó y le sacó primero la muela al último que anestesió y este pudo ver las estrellas en pleno día. Como en toda Cuba, la inmensa mayoría de la población se movilizó en defensa de la Revolución. Al principio no había suficientes uniformes y algunos dirigentes juveniles vestían de civil y portaban armas. Para solventar la situación, varios jóvenes compraron en una de las tiendas, que en aquél entonces eran privadas, pantalones verde olivo que a las dos lavadas retornaron a ser del color caqui de los uniformes que usaban los ¨casquitos¨ batistianos. En todas partes, se organizaban mítines de apoyo a la evolución. En uno de estos actos se dio una situación jocosa, cuando a un dirigente juvenil que pronunciaba discursos muy encendidos se le salió la dentadura postiza en un mitin en el patio de una escuela secundaria. Este sin inmutarse bajó del estrado, sacudió la dentadura, se la puso y continuó hablando. Para contribuir a la incorporación de jóvenes como alfabetizadores se habilitó un carro altoparlante que recorría las calles. El militante de la AJR que actuaba como locutor decía: ¨Hay un niño que llora y ¿por qué llora el niño?, porque sus padres no le permiten ir a alfabetizar¨. Y acto seguido leía la dedicatoria del retrato enviado desde la cárcel por Martí a su madre que decía: ¨Madre, por mi bien no llores. Si esclavo de mi edad y mis doctrinas, tu noble corazón llené de espinas, piensa que nacen entre espinas flores¨ Terminaba diciendo ¡Joven, incorpórate a la alfabetización! De algún modo esa publicidad tuvo sus efectos porque cientos de alfabetizadores del pueblo fueron a enseñar a leer a los analfabetos en campos y montañas. Durante el bombardeo mercenario a la base aérea aledaña al pueblo, en la madrugada del 15 de Abril de 1961, algunos milicianos intentaron contrarrestar el ataque disparando infructuosamente con revólveres y fusiles a un avión B-26 yanqui que venía de bombardearla y de regreso pasaba por encima del Parque Central. El bombardeo fue al amanecer, pero apenas se veía la luz del día porque el cielo se nubló con la pólvora de los proyectiles lanzados al aire por la artillería antiaérea. El enmascaramiento y la desconcentración de los pocos aviones que dejó la dictadura, unidos al valor y la firmeza de los artilleros antiaéreos impidieron que estos fueran destruidos o seriamente dañados por el ataque sorpresivo. Inmediatamente después del ataque mercenario, como el aeropuerto está al sur del pueblo, se tomó la medida de cortar la electricidad durante varias semanas por la noche para dificultar la localización de la base y que fuera bombardeada de nuevo. En las casas las personas se alumbraban con velas y quinqués y los milicianos hacían recorridos exhortándoles a que taparan las ventanas para lograr un buen enmascaramiento. Esa medida de ocultación fue eficaz. Al conocer el enemigo el éxito alcanzado por la Fuerza Aérea Revolucionaria contra la invasión mercenaria, que destruyó varios barcos y derribó algunos aviones, realizaron un nueva incursión en la noche siguiente al desembarco, pero no localizaron la base aérea y soltaron las bombas en una finca cercana en la carretera a Alquízar, cuyo único resultado fue la muerte de un animal y la decapitación de unas palmas. Esa finca después fue renombrada popularmente como ¨La Vaca Muerta¨. En la quietud de la noche las explosiones de las bombas se oyeron claramente en el cuartel de milicias, donde algunos de los que estaban esperando la llegada de armas, al sentir el estruendo que parecía cercano, se pusieron a gritar repetidamente: ¡Apaguen las velas! Después de la agresión, los milicianos montaban guardia en las instalaciones más importantes del pueblo. Una vez había dos milicianos de guardia en lo alto de la fábrica de levadura y comenzó a llover fuerte, cómo no tenían capas ni donde guarecerse, llamaron por teléfono al cuartel de las milicias para preguntar que podían hacer. Acto seguido el oficial de guardia les contestó: Manténganse ahí. ¡Párense entre gotica y gotica! En una de estas actividades realizadas hace dos años con los ariguanabenses ausentes, las autoridades locales explicaron a los asistentes la nueva organización del gobierno municipal, aplicada en las provincias de Artemisa y Mayabeque, que racionaliza y simplifica la administración y los esfuerzos que realizaban por resolver las dificultades. Los cambios siempre resultan traumáticos y a muchas personas les provocan rechazo, sobre todo cuando no son endógenos. En esa ocasión el grupo musical local que amenizó el almuerzo cantó una guaracha cuyo texto ironizaba porque sin moverse del lugar, en las últimas cinco décadas, los pobladores habían pertenecido a tres provincias diferentes: se consideraron habaneros como los de la capital del país desde la creación de las seis provincias originales en 1878 hasta 1976, cuando se adoptó la nueva división político-administrativa. A partir de ese año siguieron siendo habaneros, pero del campo (Habana Campo le llamaban a la provincia). Cuando se creó la provincia de Artemisa, se convirtieron en artemiseños y temían que en algún momento pasaran a ser pinareños. La aludida guaracha demuestra que no han perdido el sentido del humor que le dio fama al pueblo en el pasado y del que tanto se enorgullecen. En Wikipedia se puede leer que ¨se entiende por crónica la historia detallada de un país o región, de una localidad, una época, un hombre, o un acontecimiento en general, escrita por un testigo ocular o por un contemporáneo que ha registrado sin comentarios todos los pormenores que ha visto, y aún todos los que le han sido transmitidos¨. A su vez, dice que ¨una anécdota es un cuento corto que narra un incidente interesante o entretenido, una narración breve de un suceso curioso¨. El presente relato es una mezcla de crónica con anecdotario, pudiera clasificarse como crónica anecdótica. El escritor humorístico Héctor Zumbado que gustaba de inventar palabras, si aún viviera, bien podría llamarlo ¨cronecdotario¨. Si le interesa conocer más sobre San Antonio de los Baños puede solicitar el libro electrónico titulado ¨El San Antonio que recordamos¨ que fuera lanzado el 19 de enero en ocasión del Día del Ariguanabense Ausente.

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