Año 2020, ¡solavaya!

 Culmina un año muy duro, ojalá que los males que lo acompañaron no se repitan jamás.

El 2020 transcurrió bajo los efectos de la pandemia de COVID-19, que contagió al 1 % de la población y provocó la muerte de 1 millón 700 mil personas en todo el mundo.

Sus consecuencias para la población cubana no fueron mayores gracias a las fortalezas de nuestro  sistema de salud pública, a la suspensión de la llegada de vuelos comerciales y las restricciones internas de movilidad mantenidas durante varios meses, a las medidas de protección orientadas para evitar o reducir los contagios y al empleo de eficaces protocolos de atención y medicamentos desarrollados por médicos y científicos cubanos. Gracias a esas medidas y a la disciplina mostrada por la mayoría de los pobladores, la cantidad de personas contagiadas no superó el 0,1 % de la población y solo falleció el  1,3 % de los que enfermaron.  

La entrada al país del coronavirus provocó durante siete meses el cierre de actividades productivas y de servicios, escolares, culturales y deportivas, produciéndose una apreciable reducción de ingresos al país y a una parte de los trabajadores, además de un incremento de gastos en el presupuesto nacional y de divisas convertibles para combatir la enfermedad. Sin embargo, ello no impidió que unos 3 mil  trabajadores de la salud viajaran a 40 países a solicitud de sus gobiernos para colaborar en el combate contra la pandemia.

La menor disponibilidad de divisas provocada por la contracción económica y las decenas de medidas adicionales aplicadas por el gobierno estadounidense para cortarnos las fuentes de suministro y financiamiento desde el  exterior produjeron una sensible reducción en los niveles de importación de materias primas y alimentos, gran escasez de ofertas en los comercios y larguísimas  colas (filas) de personas frente a los establecimientos comerciales, día tras día. 

La menor disponibilidad de combustibles y la ausencia casi total de fertilizantes y de pesticidas importados impidió cumplir cabalmente los planes de siembra del año y redujo los rendimientos agrícolas y debido a ello, la cantidad de productos agropecuarios entregados a los mercados estuvo muy por debajo de lo esperado. Para colmo de males, los vientos y las lluvias que acompañaron la tormenta tropical ETA en el mes de noviembre afectaron cultivos permanentes y sembrados de la campaña de frío, que fue necesario resembrar, atrasándose su cosecha al menos por un mes.  Con tal déficit de producción e importaciones de alimentos, los precios de los productos del agro se dispararon.

En un año de limitadas ofertas de la agricultura llama la atención que la calabaza ha estado siempre presente en los mercados.

Diferentes variedades de este producto se cultivan en todo el mundo. En algunos países se acostumbra comer sus semillas tostadas (pepitas), también con la masa se preparan salsas saborizantes, mermeladas, dulces, pan y cervezas. En otras naciones la utilizan con fines decorativos o para fabricar vasijas o instrumentos musicales, en aquellos que celebran el Halloween las vacían y ahuecan para convertirlas en lámparas fantasmagóricas.  

Aunque en Cuba hay quién piensa que comer calabaza engorda las pantorrillas, muchos creen  que como alimento no es gran cosa y repiten a pie juntillas el dicho popular que reza: ¨la calabaza da lo mismo comérsela que untársela¨, además, si  se consume muy frecuentemente a algunos les afloja el vientre. La traemos a la mesa hervida en trozos, adicionándole mojo de aceite, limón y ajo, como ingrediente en el potaje de frijol colorado o chícharo, en flan, puré y algunos fabricantes de tamales la mezclan con maíz molido para suavizar la masa y reducir los costos.

Resulta razonable pensar que este año ha habido tantas calabazas en el mercado no porque sea muy demandada, sino porque es más fácil producirla que otros cultivos (hay quién dice que nace solo con tirar una semilla en la tierra), pero sobre todo porque da un producto que pesa mucho (algunas de las cosechadas este año pueden ser catalogadas como ¨king size¨), gracias a ello a los agricultores les resulta más fácil intentar cumplir la meta de entrega de 30 libras mensuales por persona de productos agrícolas sembrando calabaza y fruta bomba que otros productos menos pesados.

Si continúan sembrando tanta calabaza, convendría que algún chef de cocina recomendara nuevas formas de preparación como alimento, que se estudiara su uso medicinal o para fabricar jabón o cerveza, pues resulta triste ver enormes calabazas permanecer largos períodos de tiempo en los estantes de los mercados, de las que las personas solo compran un pequeño pedazo porque resulta muy costosa, para colmo de males calabaceros la variedad que más abundó este año tiene la masa pálida y aguachenta.

Los cubanos residentes en el país recordaremos el 2020 como el año de la pandemia, las largas colas y la calabaza y confiamos en que en 2021 lo peor habrá pasado. La aplicación masiva de vacunas a la población eliminará los perniciosos efectos del coronavirus y las medidas de aislamiento social en Cuba y muchos países. Se reanimarán el turismo y la economía mundial y esperamos que las nuevas medidas organizativas, financieras y monetarias que se implantan en nuestro país aumenten la producción, mejoren los servicios y los balances financieros de las empresas e incrementen el poder adquisitivo de las personas.

Avanzaríamos a mayor velocidad si el gobierno que asume el poder el 20 de enero en el país vecino, según ha anunciado el presidente recién electo, revierte las medidas punitivas con las que  el anterior gobernante y sus secuaces trataron infructuosamente de doblegarnos y aún más, si los congresistas estadounidenses aprobaran eliminar el bloqueo con el que continúan castigándonos por haber liberado a Cuba  hace 62 años de su dominio imperial, cosa que a su modo de ver resulta imperdonable y que constituye un ¨mal ejemplo¨ para otros países.

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