Mi nasobuco

Se denomina mascarilla quirúrgica,​ barbijo,​ cubreboca​ o tapaboca​ a un tipo de máscara autofiltrante que cubre parcialmente el rostro y es habitualmente utilizada por el personal médico y sanitario para protegerse de las infecciones, también las utilizan los ciudadanos en espacios públicos ante brotes o epidemias de enfermedades transmitidas por vía respiratoria. 

La mascarilla quirúrgica protege de ser salpicado con microgotas o fluidos corporales provenientes de la nariz o la boca de otras personas al estornudar, toser o hablar, así como de salpicar y contagiar a los demás. También impide tocarse la nariz y la boca, acción que podría provocar transferencias de virus y bacterias habiendo tenido contacto las manos con una superficie contaminada. Generalmente se fabrican de papel y plástico y deben desecharse después de unas horas de  empleo o cuando se mojan o ensucian.

Debido a la pandemia por la COVID-19, en el mundo se produjo una escasez generalizada de mascarillas quirúrgicas. Ante la imposibilidad de adquirirlas en el extranjero y la necesidad de su uso por la población para evitar o reducir el contagio del virus, el Ministerio de Salud Pública cubano divulgó unas instrucciones para fabricarla en talleres de confecciones y en los propios hogares, empleando los tejidos disponibles en los almacenes o los hogares, que permitieran su reutilización después de lavadas, puestas al sol y planchadas con calor. 

En el argot médico cubano a la mascarilla quirúrgica se le llama ¨nasobuco¨, palabra horrible que suena como nauseabundo o parecido a Nabuco, nombre de la ópera de Verdi, inspirada en  la vida del rey babilónico Nabucodonosor. Quizá, al principio le llamaron máscara nasobucal  y con el paso del tiempo y el uso generalizado, se le quedó el mote abreviado de nasobuco.

Las autoridades cubanas han establecido el uso obligatorio del nasobuco para salir de la casa y permanecer en espacios públicos, la mayoría de la población ha cumplido disciplinadamente esa disposición, aunque algunos recalcitrantes u olvidadizos han sido disciplinados a la fuerza por la policía o inspectores estatales, imponiéndoles multas ascendentes a 150 pesos o más.

En un clima caluroso como el nuestro, el nasobuco resulta molesto de llevar puesto, pero no queda más alternativa que usarlo para evitar contagiarse o contagiar a los demás con el peligroso coronavirus. Desgraciadamente la mascarilla no nos permite recrearnos la vista contemplando bellos rostros, sin embargo resulta una tabla de salvación para los feos, pues los oculta de la vista de los demás. A los fumadores les es necesario bajarlo de la cara para fumarse un cigarrillo y a veces se les olvida colocarlo en su lugar. Sucede que al salir de casa, al ver a los demás enmascarados,  algunos se  percatan de que no lo llevan puesto y tienen  que regresar a buscarlo.

El primer nasobuco de fabricación casera que utilicé lo confeccionaron según las medidas recomendadas por alguien, a pesar de yo tener la cara ancha, me quedaba grande y le entraba aire por los costados. Era un nasobuco camero o king size, que le hubiera quedado muy bien a Hulk. Con el paso del tiempo, el lavado y colgado diario en la tendedera al sol, fue necesario recogerle los elásticos y después tuve que desecharlo porque se corría y me tapaba los ojos. 

El segundo lo cosieron siguiendo las normas del MINSAP, llevaba tirantes de la propia tela que permitían que me ajustara perfectamente a la cara, pero confieso que me sofocaba cuando caminaba bajo el intenso sol o estar en locales cerrados. No sé cómo el personal de la salud puede usarlos permanentemente a menos que se encuentren en locales climatizados, quizá ya estén acostumbrados.

El tercero, más pequeño, me quedaba bien ajustado pero como le pusieron un elástico grueso  terminaba con dolor en las orejas.

Me daba envidia ver por televisión reportajes sobre las reuniones y visitas en las que muchos funcionarios portaban mascarillas azules y blancas desechables recibidas por donación, de las que no se bajan de la nariz cuando se habla y resultan muy frescas. Me llamaba la atención ver a muchas personas portando nasobucos hechos artesanalmente con telas estampadas y bellos diseños. Pude constatar cuan diferentes se ven aquellos que usan bigote cuando se lo quitan.

Hace unos días me confeccionaron con pañuelos usados dos nasobucos que creo que como ahora se repite tanto, ¨llegaron para quedarse¨. Están hechos de dos piezas cosidas en el medio y gracias a los elásticos laterales ajustan perfectamente, cubren bien la nariz y la boca sin cubrir el resto de la cara, dan menos  calor y no se mueven cuando hablo. Este modelo de nasobuco, que se le podría llamar ¨Pico de Tucán¨ rememorando el aspecto de esa ave, o ¨Bikini¨ por el reducido espacio que ocupa, disminuye el consumo de tela y por lo tanto, contribuye al ahorro.

Espero que me duren mucho tiempo porque me he jurado a mí mismo que, incluso cuando el país haya pasado a la total normalidad post pandémica y nadie los utilice, aunque parezca un japonés con influenza, no voy a dejar de usarlos, porque ha demostrado ser el mejor antídoto contra la gripe común o cualquier enfermedad que entre por la nariz o la boca.

Lástima que no haya encontrado con qué artilugio proteger la piel de mi cuerpo para evitar las picaduras de los mosquitos y el peligro de contraer el dengue, sin llegar a utilizar un pesado  traje de buzo. Los repelentes, cuando aparecen en el mercado, son útiles pero se desvanecen en pocas horas. Ahora que nuestros científicos han sido convocados, están más apoyados y motivados para aportar innovaciones, alguno de ellos debería investigar cómo obtener repelentes  que permanezcan más tiempo en la piel como algunos perfumes. Quizá no sea necesario importar sus componentes básicos, nuestros campesinos se ponen una ramita de la olorosa albahaca en las orejas para ahuyentar las molestas guasasas de los ojos y evitar la propagación de la conjuntivitis o ¨ceguera¨, como antaño le llamaban. Habría que investigar si a partir de esa propia planta o de otra cultivada en el país se pueden sintetizar sustancias que ahuyenten los mosquitos  y no resulten dañinas a la salud como los habituales insecticidas.

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