Domingo atravesado1

El domingo es por tradición el séptimo día de la semana en la mayoría de los países de habla hispana, se considera un día feriado o festivo y forma parte del fin de semana.

A nivel internacional, en 2004 se estableció que la semana comienza el lunes y termina el domingo. Sin embargo, el domingo es el primer día de la semana litúrgica para la religión  cristiana, al igual que en otras tradiciones culturales. Los países donde es preponderante la cultura islámica o judía tienen el viernes o el sábado como el día feriado semanal.

Según la novela de Daniel Defoe, Robinson Crusoe  naufragó y fue a parar a una isla en las costas de América del Sur, en la que rescató de manos de los caníbales a un indígena a quién puso por nombre  Viernes.

Es poco frecuente que a las personas al nacer se le asignen nombres propios derivados de los días de la semana o meses del año, salvo los conocidos Domingo(a) o Doménico(a), en italiano, o Julio(a) y Augusto(a), por agosto. Cristóbal Colón descubrió un domingo una isla de las Antillas menores y la denominó Dominica. La religión católica ha canonizado a varios santos llamados Domingo, nombre que posteriormente le fuera asignado a órdenes religiosas, iglesias, conventos, ciudades, poblados, municipios, estaciones de trenes y metro e incluso a  la República Dominicana, en homenaje a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden de los predicadores o dominicos, establecida en la isla en 1510.

Hay personas que fueron inscritas en el registro civil con un nombre y son conocidos por otro. En mi barrio hay un señor llamado Roberto, al que todos conocen por Domingo, que era el nombre de su padre. Durante algunos años fue administrador de una bodega y después de jubilarse se ha dedicado en esta a la labor de ¨mensajero¨, nombre que se le asigna popular y oficialmente en Cuba, supongo que para subirle la autoestima, al cuentapropista que hace la labor de mandadero de los consumidores.

Hace rato que Domingo entró en la tercera edad y debe andar rondando la cuarta, sin embargo sigue realizando la misma labor. Se le ve muy deteriorado empujando  el carrito donde traslada los mandados de algunos vecinos, pero sigue en esa función para no perder los ingresos que obtiene con su trabajo, tarea que ni siquiera detuvo durante los meses de la pandemia del COVID-19.

Nuestro  Domingo,  aunque no es santo, es un tipo decente y apreciado  por la gente del barrio, sin embargo en los últimos meses se ha convertido en una tortura para los demás coincidir con él en la bodega, la carnicería o el puesto de viandas porque aparte del tiempo que normalmente se tarda el bodeguero en contar o pesar y poner en bolsas plásticas los productos que corresponden según la norma por consumidor y la cantidad de integrantes de cada núcleo familiar que atiende, como ha mermado su agilidad  mental,  al terminar de recibir y separar los productos para cada familia, para evitar errores y antes de pagar, verifica y vuelve a pesar todas las bolsas. Eso sucede varias veces al mes, el primer día cuando recoge los productos secos como el arroz, los frijoles y similares y varias veces cuando llegan los cárnicos, los huevos o las papas. Cuando Domingo entra a comprar, el despacho se demora extraordinariamente, la cola de clientes se alarga y no comienza a fluir hasta que termina su gestión.  

Si cuando usted va a comprar productos normados,  Domingo le cae delante en la cola, o vuelve a su casa y regresa después, o se resigna a esperar pacientemente hasta que el  termine de comprar. Un amigo mío intentó eludirlo cambiando para  la sesión de la tarde el momento de la compra y cuando llegó a la bodega se lo encontró  haciendo la cola para entrar porque había ido al médico por la mañana. Hoy fui a comprar mis mandados y por suerte cayó detrás de mí en la cola.

Deberíamos tratar de convencerlo para que debido a sus limitaciones físicas deje ese trabajo y pida una ayuda económica a la asistencia social. De lo contrario, tendremos que  cambiarle su actual sobrenombre por el de Miércoles, porque en la bodega siempre está atravesado.

­­­­­­­­­­­­­­­­­________________________

Intercalo esta crónica dentro del flujo de publicación del diario de Ana Franco en tiempos del coronavirus, con la finalidad de refrescar mis neuronas y romper el aburrimiento que podrían haber causado a algunos lectores los nueve relatos precedentes sobre la vida de una cubana en medio de la pandemia. La cantidad de personas infectadas por la COVID-19 se ha reducido tanto en Cuba que próximamente se darán a conocer las medidas para pasar por etapas a la normalidad,  aunque quedarán vigentes  medidas de higiene y protección  para evitar que resurja de modo no controlado. Entonces  publicaré un relato final sobre la epidemia y esta dejará de estar en el foco de atención de mi blog.

Comentarios