Páginas del diario de Ana Franco en tiempos del coronavirus (VIII)

15 de Mayo
El domingo ¨Día de las Madres¨ la naturaleza coadyuvó al aislamiento de las personas en sus hogares, obsequiándonos un aguacero que duró todo el día y la noche. En casa pudimos degustar un buen arroz con el pollo que trajeron a la bodega días antes. Al no aparecer por ninguna parte el tradicional cake, tuvimos de postre boniatillo con merengue, como en la época de mis abuelos.
Debido a que se incrementó la propagación del virus en el municipio Centro Habana, se decidió aplicar la cuarentena en sus cinco consejos populares. Para reducir la movilidad de sus habitantes y el arribo de compradores de otros sitios a esa zona comercial de la ciudad, entregaron una tarjeta que vincula a cada núcleo familiar allí radicado con una tienda específica. Es una especie de ¨shopping solo para residentes¨, que reduce el tamaño de las colas y favorece el aislamiento social en ese territorio.   
Surgió un brote de la enfermedad en el municipio Playa y varios de sus habitantes fueron aislados en  albergues o recluidos en hospitales, según fueran contactos o infectados. A pesar de esos brotes, continúa disminuyendo en el país la cifra de contagios detectados. La letalidad por la enfermedad ronda el 4,2 %, muy por debajo del promedio americano y mundial y gracias a la eficaz asistencia médica, alrededor del 96 % de los enfermos tiene una evolución estable.
Un reportaje televisivo mostró el decomiso en un almacén de propiedad privada de varias toneladas de cebollas destinadas a la venta informal. Los dirigentes de la Cooperativa de Créditos y Servicios que agrupa a los productores de la zona dijeron que probablemente las habrán sembrado en tierras no controladas por ellos, como si se pudiera esconder de la vista pública un sembrado tan grande. Las cebollas fueron entregadas a los mercados estatales para su venta a los precios establecidos.  
Otro reportaje mostró los cientos de personas que se aglomeraban en una tienda que vende productos de aseo y alimentos en la zona comercial del Mónaco, fenómeno que se repite por todos los barrios de la capital. La pandemia ha puesto en evidencia la escasez de ofertas y la insuficiente cantidad de establecimientos comerciales existentes en algunas zonas de la ciudad.
En la mesa redonda pasada por televisión, ejecutivos de las cadenas de tiendas explicaron las dificultades que han tenido para aumentar la cantidad de tiendas virtuales, por otra parte la cantidad de pedidos recibidos ha desbordado la capacidad operativa de suministro, provocándose errores y devoluciones en las compras y retrasos en las entregas. Las ventas online, desgraciadamente, solo están al alcance de las personas que se conectan a internet mediante una computadora o un teléfono celular con tecnología 3G o 4 G y cuentan con dinero suficiente para esperar pacientemente la llegada de los pedidos que se suministran por esa vía.    
También dijeron que aunque el gobierno les ha aportado divisas para importar productos, la persecución estadounidense de las transacciones en bancos extranjeros y a las navieras les dificulta realizar las compras, por lo tanto no podrán satisfacer las demandas de la población y las colas en los mercados continuarán. Están realizando ventas móviles en lugares donde no existen centros comerciales o en los hospitales y albergues de aislamiento en los que permanece trabajando  personal del sector de la salud. 
En mi casa logramos recibir un par de pedidos de alimentos y productos de aseo comprados online, evitándonos hacer algunas colas. Las ofertas son pocas y para prevenir  el acaparamiento,  se limitan las ventas a dos unidades de cada producto. Algunas de estas ofertas son de ¨combos¨, que incluyen dentro de una bolsa varios productos, unos que resultan imprescindibles y otros no. Eso me recuerda cuando hace años en algunas cafeterías obligaban al cliente a pedir un tamal por cada cerveza que le sirvieran.
Resumiendo, en medio de la pandemia, en La Habana existen las siguientes modalidades de ventas de alimentos y productos de aseo, todas racionadas: las bodegas y establecimientos que comercializan a precios subsidiados los productos controlados por la libreta de abastecimientos; las tiendas virtuales (online); las ya mencionadas ventas móviles; las ventas mediante tarjetas vinculantes a mercados específicos dentro de una zona en cuarentena; las ventas liberadas en los mercados tradicionales, con su consabidas colas. No están racionadas las insuficientes ofertas en los mercados agropecuarios, ni en las dulcerías y panaderías.
Llegó el reabastecimiento de medicamentos a las farmacias de mi barrio y cientos de vecinos ansiosos acudieron a comprarlos con sus tarjetones de control o recetas y tuvieron que permanecer largas horas en la cola. Para ahorrar tiempo, muchos de estos compradores simultaneaban esa cola con la del mercado agropecuario contiguo a la farmacia.
La epidemia del coronavirus ha contagiado hasta el momento  a un poco más de 1800 personas y obligado a mantener ingresados, albergados o bajo observación un máximo de 11,500 personas simultáneamente, pero la escasez generada por el bloqueo estadounidense y nuestra insuficiente producción de alimentos, de productos de aseo y de medicamentos, no obstante la ampliación de las   ventas online, provocan que diariamente una cifra diez o veinte veces superior de personas salgan a la calle a hacer largas colas, en muchas de las cuales ha sido necesaria la intervención de la policía para mantener el debido orden y que las personas guarden la distancia en ellas. La escasez no la creó la epidemia, surgió al derrumbarse el campo socialista y la URSS, se incrementó con la aprobación de la Ley Helms Burton y se agudizó el pasado año cuando el gobierno de Trump incrementó la persecución de las importaciones.

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