Combatir la ineficacia administrativa


Mejorar el funcionamiento de muchas unidades de producción y servicios resulta imprescindible para incrementar los  resultados que estas alcanzan en beneficio de la población. En la misma medida que se trabaja por eliminar trabas burocráticas y el exceso de centralización que limitan su desempeño resulta imprescindible cambiar la mentalidad de aquellos dirigentes y trabajadores cuyas actitudes impiden alcanzar mayores y mejores resultados.     
Son aquellos que esperan que las soluciones les caigan de arriba, no se les ocurre nada para mejorar el funcionamiento de su área de acción, tienen poca sensibilidad ante los problemas de los demás, aparentando ser fieles cumplidores de las regulaciones las violan cuando es  en provecho propio.  
Son  los que coleccionan deficiencias y no les dan solución sistemáticamente,  alérgicos a la ¨gestión de la calidad¨ consideran a la excelencia administrativa como ciencia ficción. Si dirigen a otros no se actualizan constantemente sobre la situación que les rodea, no son previsores, solo toman medidas cuando tienen la crisis encima y se crean el desabastecimiento, la larga cola y el consabido malestar de la población.
Son aquellos que como el buey solo se ponen las pilas cuando los pinchan desde arriba o cuando se anuncia una visita. Son los que requieren que haya un ¨dueño¨ o alguien que actúe como tal que los obligue a aprovechar al máximo la jornada laboral o a hacer bien las cosas bajo la amenaza de sanción o despido. Son los chambones o chapuceros que ejecutan trabajos mal hechos o sus jefes que se los permiten y reportan  y pagan como cumplidos.
Son los responsables del lento funcionamiento de muchas unidades administrativas y centros de servicio.  Jefes o subordinados, no dominan o no ejercen totalmente sus funciones y deberes, pelotean, ralentizan los procesos, alargan las esperas y hacen necesario repetir trabajos por estar mal hechos.
Desgraciadamente esa disfuncionalidad no se alivia o elimina con tratamiento médico, ni solo con asambleas, reuniones o campañas mediáticas,  hay que meterle mucha presión como a los caños obstruidos. Los reportajes y denuncias periodísticas ayudan pero no puede haber un periodista o un inspector pasando periódicamente por cada centro de trabajo para resaltar las disfuncionalidades que aparecen a diario, esas la tienen que encarar y resolver los dirigentes administrativos de la entidad, con el apoyo de las organizaciones políticas, el sindicato y los trabajadores más conscientes.  
Desgraciadamente, algunos responsables en la base solo se ocupan de resolver los problemas después que una inspección los detecta, cuando aparece una denuncia o se publica algo al respecto en la prensa, demostrando que en lugar de competentes son ¨autoridades incompetentes¨. En Cuba existen unas decenas de miles de unidades empresariales de base, establecimientos, talleres y brigadas de producción y servicios. Si no se cambia la mentalidad de los que en ellas laboran resulta una tarea complejísima que, en medio de limitaciones de recursos externos, esas entidades de base funcionen correctamente, basta con que solo una pequeña parte de estas funcionen mal para que miles de ciudadanos se vean perjudicados o se quejen del mal servicio. Y no son pocas las que se remodelan y se reinauguran con nobles propósitos y al poco tiempo reducen las ofertas y los servicios pierden calidad por falta de mantenimiento, falta de previsión o mala administración.
Está harto comprobado que cuando los salarios son insuficientes para cubrir las necesidades básicas el ambiente laboral se relaja, incluso hay personas que faltan indebidamente al trabajo y algunos se la pasan ¨majaseando¨,  esgrimiendo como argumento: ¨yo hago como que trabajo mientras tú haces como que me pagas¨. La remuneración en el sector empresarial ha aumentado en los últimos 5 años mediante su vinculación a los resultados productivos, esquema que se requiere perfeccionar aún más; además en el sector presupuestado desde julio de 2019  se aplica un aumento salarial para sus trabajadores,  los que han venido laborando abnegadamente en medio de carencias y dificultades durante muchos años.  
Entonces: ¿qué va a pasar con los que se acostumbraron al ritmo lento de trabajo, a los acomodados o ineptos, a los que priorizan sus asuntos personales en horario de trabajo o que atienden más al móvil que a los clientes, incluso cuando los tienen delante? Resulta que estas personas, que antes padecían de un salario insuficiente, si siguen en las mismas, recibirán un salario inmerecido debido a su escaso aporte a los resultados del colectivo. Hay que llevarlos a que rectifiquen. Estos males hay que erradicarlos como al caracol gigante africano porque contaminan el ambiente de trabajo.
Actualmente se toman medidas gubernamentales para evitar que un aumento injustificado de los precios minoristas anule el efecto del incremento salarial para el bienestar de los trabajadores y sus familias, pero de no producirse un incremento notable de la oferta de productos y servicios volveremos al dilema del huevo o la gallina y solo se incrementarán las ofertas si se trabaja más y el trabajo rinde más.  
Como que la pirámide salarial comienza a enderezarse y los jefes recibirán mucho más salario que los subordinados por hacer lo que debieran, ahora que concluyen los meses de vacaciones masivas, sería el momento adecuado para que los que dirigen los colectivos de trabajo a su nivel (empresa, unidad presupuestada, dirección, departamento, UEB, establecimiento, clínica, taller, brigada, etc.) eleven aún más las exigencias sobre la disciplina laboral y el cumplimiento con calidad de las tareas y se ocupen de instruir a sus subordinados sobre las mejores prácticas para la atención a la población y de verificar su cumplimiento.
Por supuesto, en aquellos puestos de trabajo donde las condiciones de trabajo no son las adecuadas, por ejemplo aquellos departamentos, talleres u oficinas donde hay un calor infernal y no disponen ni de ventilador o donde el aún sobreviviente almuerzo es incomible, previamente deberían resolverse esos problemas para no provocar disgustos justificados cuando se aprieten las tuercas de la exigencia, pero no parece aceptable que sin haber realizado todas las gestiones pertinentes para darles solución, ante cualquier dificultad, se suspenda un servicio a la población y los trabajadores se vayan felices para sus casas.
 Es cierto que hay cuestiones que afectan el mayor desempeño laboral como la insuficiente disponibilidad o la tardanza en la llegada de determinados insumos debido a las conocidas limitaciones financieras externas del país, las cifras límite del consumo de energía y las dificultades para transportarse diariamente, restricciones cuya solución escapa a la decisión de la administración del centro de trabajo pero que hay que gestionar, no solo elevar, para hallarles solución.  
La mayoría de nuestros trabajadores son conscientes de que solo con un trabajo sostenido y eficiente se puede contribuir al desarrollo del país, además son conocidos los esfuerzos que realiza la máxima dirección del Estado y el Gobierno para hacer avanzar todos los programas de desarrollo, incluyendo cuantiosas inversiones para incrementar y mejorar la producción y los servicios y las condiciones de trabajo. Entonces no hay que esperar a que se produzca la futura reforma salarial para exigir mejores y mayores resultados a todos los niveles y sobre todo en cada colectivo laboral de base donde se produce o se presta servicios. No es necesario experimentar ni aprobar nuevas políticas, decretos o  reglamentos, solo hay que seguir el ejemplo de determinadas entidades de administración estatal y no estatal cuyos trabajadores reciben buena atención y remuneración, trabajan con intensidad, cumplen sus obligaciones y se caracterizan por el buen trato a los demás.  Hay que luchar sin descanso porque cada día que pase sean más las entidades que se incorporen al aún selecto club de los establecimientos que resultan eficaces, eficientes y  en los que sus trabajadores prestan un trato amable y diligente a la población.

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