Los repasos extraescolares


Antes del triunfo de la Revolución no todos los niños y jóvenes tenían la posibilidad de ingresar en los distintos niveles de educación. Para demostrarlo tomemos los datos aportados por el censo de 1953 del municipio donde nací, San Antonio de los Baños, entonces, su población ascendía a 28,929 habitantes, de ellos el  77 % residía en áreas urbanas, había una docena de escuelas públicas y privadas, que impartían clases hasta el 6to. y algunas hasta el 8vo. Grado. 
Un 30 % de los niños en edad escolar hasta los 14 años no asistía a la escuela primaria, debido a eso el índice de analfabetismo era alto, llegando a alcanzar ese año el 14,9 % de la población de la localidad. Solo el 15 %  de los jóvenes entre 15 y 19 años asistía a clases y excepcionalmente el 3,5 %  de las edades entre 20 y 24 años  cursaba estudios superiores. La mayoría de los niños que asistían a la escuela, al vencer el cuarto o quinto grado y muchos desde antes, abandonaban los estudios para trabajar y contribuir a los ingresos monetarios de la familia. En esa época no se exigía realizar exámenes de ingreso al preuniversitario o la universidad, bastaba con presentar la certificación de graduado de los cursos precedentes, pues la realidad imponía restricciones de índole económica que impedían a muchos jóvenes capaces poder continuar sus estudios. La oferta de  plazas de docentes era muy limitada y a los pocos puestos existentes de maestro o profesor se accedía por oposición, que generalmente eran ocupados por personas bien preparadas. Varios de los profesores de institutos de segunda enseñanza eran prestigiosos autores de textos escolares y algunos también ejercían como profesores universitarios.
Excepto algunos jóvenes muy talentosos o estudiosos,  llamados popularmente ¨abelarditos¨, a un grupo no despreciable de estudiantes de bachillerato no siempre les resultaba una panacea aprobar algunas asignaturas de ciencias y tenían que estudiar mucho para vencerlas en exámenes extraordinarios, no obstante, lo aprendido en la enseñanza media superior resultaba suficiente para continuar los estudios en la universidad o para repasar de forma individual las materias necesarias para enfrentar los exámenes de ingreso en la Universidad, que a la altura de 1963 fueron exigidos porque la cantidad de aspirantes excedía la capacidad de las aulas, pues gracias a la Revolución, la matrícula se volvió gratuita.
La mayoría de los padres cuyos hijos iban a la escuela les exigían que estudiaran y obtuvieran buenas notas porque esa era su obligación, no se acostumbraba que estos les repasaran o les contrataran un ¨repasador¨ para pasar de grado. Los que vivían en el mencionado poblado y querían llegar a bachilleres o técnicos medios, debían realizar mayores esfuerzos para trasladarse a clases de lunes a viernes  a La Habana y no les  resultaba fácil llegar puntualmente empleando el transporte público, viajando en ómnibus hasta Santiago de las Vegas y de ahí en otro vehículo hasta cerca del instituto.  Todo dependía del esfuerzo y el interés personal. Los más afortunados se albergaban en casas de familiares en la capital.
La campaña de alfabetización permitió eliminar en 1961 el analfabetismo. Después se estableció la enseñanza obligatoria hasta el noveno grado y todos los niños en edad escolar tuvieron la oportunidad y la obligación de alcanzar ese nivel de escolaridad, lo que unido al crecimiento de la natalidad, exigió construir muchos centros escolares, apareciendo las secundarias básicas en el campo y posteriormente los preuniversitarios en el campo, donde se simultaneaban las labores docentes con las agrícolas. Fueron creadas suficientes escuelas y el ingreso era ¨de facto¨, no selectivo, entonces los jóvenes ariguanabenses no tenían que ir a la capital a estudiar el preuniversitario, ahora era al revés, muchos residentes en la capital estudiaron la secundaria y el ¨pre¨ en el campo.  
La aparición de los ¨repasadores¨
Debido a la crisis económica de los 90, provocada por la desaparición de la URSS y el campo socialista, se produjo un importante éxodo de maestros y profesores hacia actividades más lucrativas como el trabajo en instalaciones turísticas o por cuenta propia y algunos de ellos emigraron. El déficit de docentes conllevó el crecimiento desmedido del promedio de estudiantes por aula y la aparición de profesores preparados de forma ¨emergente¨ para desempeñarse como docentes ¨integrales¨, atendiendo clases no de una, sino de varias materias  disímiles y complicadas, por ejemplo matemática, física y química, por ello se redujo sensiblemente la calidad de la docencia, sobre todo en el nivel medio. Para contrarrestar la falta de conocimientos de estos profesores improvisados y no especializados, las clases se preparaban centralizadamente por profesores expertos, se grababan en video y se reproducían en televisores en las aulas, al final las dudas debían ser aclaradas por los profesores ¨emergentes¨ a los que les correspondía realizar los ejercicios prácticos y calificar las pruebas y exámenes.  El resultado de este crítico período de la enseñanza fue una sensible disminución del conocimiento adquirido por los estudiantes. Después, la escasez de recursos obligó a trasladar las secundarias y preuniversitarios en el campo hacia las ciudades, se redujo  la matrícula del preuniversitario, estableciéndose escalafones de ingreso al ¨pre¨ acorde con los promedios acumulados en las evaluaciones en la secundaria básica. Según esta regla los graduados de secundaria básica que no alcanzan suficiente promedio para ingresar en el ¨pre¨ o los que desean formarse como técnicos medios pueden optar por la enseñanza tecnológica; a los de menores resultados docentes les queda la posibilidad de prepararse como obreros calificados. Entonces, aquellos padres que deseaban que sus hijos al graduarse de secundaria básica accedieran a estudios preuniversitarios, se veían obligados a pagar a profesores bien preparados para que sus hijos participaran en repasos semanales de las principales materias, de modo que pudieran obtener un promedio tal en las evaluaciones escolares que los ubicara en un nivel suficiente en el escalafón para acceder a los estudios preuniversitarios. Apareció entonces la  figura de ¨repasador¨ cómo cuentapropista. Por otra parte, para evitar que el insuficiente nivel de conocimientos de los aspirantes se extendiera a los que arribaban a estudios superiores, se establecieron pruebas de ingreso a la enseñanza universitaria, viéndose también los graduados de ¨pre¨ en la necesidad de asistir a repasos previos a las pruebas de ingreso que se imparten en los propios institutos, estos también se pasan por la televisión educativa, pero aun así, muchos padres insisten en que sus hijos asistan a repasos independientes para asegurar el éxito.  Como que el precio de los repasos ¨particulares¨ normalmente asciende a 1 CUC por sesión, esta erogación se ha convertido en una fuerte carga económica de algunas familias. Claro está, que si los recursos de la familia no permiten pagar   repasos extraescolares o sus padres o familiares  no tienen conocimientos suficientes para ayudarlos en los estudios, ese joven se encuentra en desventaja con aquellos que  sí tienen esas posibilidades, reproduciéndose de cierta medida el injusto esquema social anterior a 1959 que les impedía continuar estudios a determinados muchachos de familias pobres o poco ilustradas  y privilegiaba a aquellos que tuvieran mejor posición económica o padres con mayores conocimientos que los podían ayudar en los estudios. De ahí que elevar en el menor plazo posible la calidad de la enseñanza general y aumentar la matrícula en el nivel superior resulta no solo una necesidad para el desarrollo del país y de los jóvenes sino una cuestión de justicia social.
La incorporación de profesores jubilados a la enseñanza general y de una mayor cantidad de jóvenes a cursos de formación de docentes en años recientes ha permitido cubrir las plantillas de los centros de educación en muchos territorios, lo que acompañado con el perfeccionamiento de los programas y materiales de estudio y la existencia de cursos de superación continua de los docentes deberán permitir en los años venideros incrementar los conocimientos adquiridos por los graduados de nivel medio, sin necesidad de que asistan a repasos extraescolares frecuentes para elevar promedios o previos a los exámenes de ingreso a la enseñanza superior. La impartición de cursos de 12 grado en algunas universidades, la ampliación de las ofertas de cursos universitarios por encuentros y la creación de cursos de ciclo corto para la formación de técnicos de nivel superior contribuye a ampliar la posibilidad de graduarse en el nivel superior y alivia las tensiones. A pesar de todos los inconvenientes antes mencionados, en el curso 2017/2018 en el país trabajaban 289,000 docentes considerando desde el círculo infantil a la universidad, un magnífico promedio de un docente por cada 39 habitantes.
A medida que se fueron superando  algunas de las  limitaciones económicas de los 90 se ha incrementado el interés de muchos jóvenes por graduarse del nivel superior,  claro está,  que todo depende del talento que tengan y del empeño que estos pongan por llegar a ser profesionales, pues en cualquier caso, graduarse en el nivel superior exige una determinada cuota de sacrificio y esfuerzo personal.   

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